Era la madrugada. Y Juli estaba con dolores. Julita, no sos una mina de quejarte por dolores. Mmm..esto me huele a parto, pero ya.
Recuerdo que te diste un par de baños para alivianar tus molestias. Pero ya la bebona se había decidido a venir. Corriendo torpemente por la calle, gordo y dormido como estaba, fui hasta el farmacity. Te compré el remedio ese que te habían dado por si era falsa alarma. Y me acuerdo que pese a la urgencia, me reía por la calle. Sabía que iba a venir. Llegando al hospital, todo fue en forward, hasta mi disfraz de Dr. Soriano.
Gentes como yo, esperaban su turno. Padres nuevos y padres relajados, experimentados.
Cuando me tocó a mí (ya había preguntado 236437 veces) los nervios se me esfumaron.
Era como el momento ese en donde te estás por pelear. Una vez que comienza el combate, el miedo se va. Esto fue algo así como entrar en un enfrentamiento en donde todos ganan. Un desafío para uno mismo. Una prueba más de Dios.
Llegué y encontré a mi Julita, en la cama, brillando como la luz de mi vida que es y será. Su sonrisa, me hizo más hombre. Le tomé la mano y todo se dio muy rápido. Demasiado. A veces siento que todavía estoy ahí, tomándole la mano y diciendoles “Fuerza pajarito!” (El plural anterior no fue un error)
Juli, en un estado de concentración increíble, fue todas las mujeres del mundo. Fue un instante de revelación animal, en donde la naturaleza humana-animal y Dios fueron uno.
Un grito. UNO. Y luego otros más pequeños. Mi bebona ya estaba entre nosotros.
Por primera vez en nuestras vida estrenábamos lágrimas de felicidad.
Recién salía de la panza y ya tenía cachetes. No lo podíamos creer.
Julieta, todavía en shock, le quedaba mucho por hacer. Mientras, yo me fui con mi hijita nueva. La midieron, la miraron y la bañaron. Le pusieron un gorrito.
Ella abrió los ojos y me miró. Nos miramos.
Hola!
Que otra le podía decir? Si todo quedaba chico?
La abracé y seguí una canción universal. Una que cantan todos los padres con sus hijos. Y la bailan de la misma manera. En un perfecto vals.
Casi escondido, me tuvieron que encontrar. Estaba con mi pequeñita, celoso del mundo.
Había gente esperando desde hacía 20 minutos. Pero bueno. Me compadecí de ellos y les regalé un poco de su magia.
Hoy pasaron 7 meses. Casi 8. Y nunca, pero nunca me fui de ese rincón de la maternidad, en donde casi escondido del mundo, abracé por primera vez a mi bebona.
Y de donde nunca jamás me voy a poder ir.
Recuerdo que te diste un par de baños para alivianar tus molestias. Pero ya la bebona se había decidido a venir. Corriendo torpemente por la calle, gordo y dormido como estaba, fui hasta el farmacity. Te compré el remedio ese que te habían dado por si era falsa alarma. Y me acuerdo que pese a la urgencia, me reía por la calle. Sabía que iba a venir. Llegando al hospital, todo fue en forward, hasta mi disfraz de Dr. Soriano.
Gentes como yo, esperaban su turno. Padres nuevos y padres relajados, experimentados.
Cuando me tocó a mí (ya había preguntado 236437 veces) los nervios se me esfumaron.
Era como el momento ese en donde te estás por pelear. Una vez que comienza el combate, el miedo se va. Esto fue algo así como entrar en un enfrentamiento en donde todos ganan. Un desafío para uno mismo. Una prueba más de Dios.
Llegué y encontré a mi Julita, en la cama, brillando como la luz de mi vida que es y será. Su sonrisa, me hizo más hombre. Le tomé la mano y todo se dio muy rápido. Demasiado. A veces siento que todavía estoy ahí, tomándole la mano y diciendoles “Fuerza pajarito!” (El plural anterior no fue un error)
Juli, en un estado de concentración increíble, fue todas las mujeres del mundo. Fue un instante de revelación animal, en donde la naturaleza humana-animal y Dios fueron uno.
Un grito. UNO. Y luego otros más pequeños. Mi bebona ya estaba entre nosotros.
Por primera vez en nuestras vida estrenábamos lágrimas de felicidad.
Recién salía de la panza y ya tenía cachetes. No lo podíamos creer.
Julieta, todavía en shock, le quedaba mucho por hacer. Mientras, yo me fui con mi hijita nueva. La midieron, la miraron y la bañaron. Le pusieron un gorrito.
Ella abrió los ojos y me miró. Nos miramos.
Hola!
Que otra le podía decir? Si todo quedaba chico?
La abracé y seguí una canción universal. Una que cantan todos los padres con sus hijos. Y la bailan de la misma manera. En un perfecto vals.
Casi escondido, me tuvieron que encontrar. Estaba con mi pequeñita, celoso del mundo.
Había gente esperando desde hacía 20 minutos. Pero bueno. Me compadecí de ellos y les regalé un poco de su magia.
Hoy pasaron 7 meses. Casi 8. Y nunca, pero nunca me fui de ese rincón de la maternidad, en donde casi escondido del mundo, abracé por primera vez a mi bebona.
Y de donde nunca jamás me voy a poder ir.
3 comentarios:
TE MANDE LA HISTORIA DE MI PARTO HACE TIEMPO YA Y NUNCA LA PUBLICASTE QUE PASO???
GRACIAS =)
Lo publiqué el 30 de enero!!
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