Hola, mi nombre es Laura, y tuve a Maurito el 13 de febrero de 2008 aunque la fecha de parto era para el 5 de marzo. Recibí una invitación para contar mi parto y aquí va:
Pre parto.
El martes 12 por la tarde, en nuestra visita de rutina, el obstetra detectó 2/3 de dilatación y el cuello blando, entonces me mandó a que el miércoles a la mañana me fuera a la clínica ya lista.
Obviamente, no pude pegar un ojo sino hasta las 6:30 de la mañana, media hora antes de levantarnos. Pasé la noche muy dolorida de la espalda como venía hasta entonces. Más tiempo en el sillón que en la cama. Pensando si realmente nacería ese día, pensando en si iba a conseguir cama en la clínica, deseando que el parto llegara pronto y no tuviese que pasar horas y horas de dolor. No tenía contracciones dolorosas, solo la panza dura de vez en cuando, y cuando eso pasaba, visualizaba al bebé bajando y empujando con la cabecita, abriendo el cuello, dilatando. Deseaba tanto que así fuera…
Llegó la hora y nos fuimos a la clínica con todo. No avisamos a nadie que teníamos que ir. Llegamos y la partera me revisó y me dijo que todo estaba muy bien, 3 o más de dilatación, el cuello blando… Y me dio la orden de internación. Una vez en la habitación vino la partera, llenó papeles, me puso el suero con goteo y esperó a ver qué pasaba. Venían las contracciones pero eran sin dolor. Después de un rato me volvió a hacer el tacto y ya iba 5 de dilatación. Me preguntaba que sentía y yo, nada. La panza dura de vez en cuando, pero el caso era que el trabajo de parto avanzaba re bien. Lo que me dolía era la zona lumbar como lo había hecho en todos los días anteriores. Esa era mi única queja. Entonces, me metió dos pichicatas más en el suero y me dijo que en un rato volvía e iba a romper la bolsa para acelerar. No hizo falta. Al ratito de que se fue rompí bolsa solita y allí llegó la primera contracción con dolor. Eso fue alrededor de las 10:30 /11 de la mañana. Las contracciones que siguieron fueron cada 5 minutos, las primeras tres y después cada 3 min. Mi marido me las controlaba y me decía como respirar. Cada vez eran más seguidas y más fuertes. Yo estaba re nerviosa, muy tensa. Si bien hacía lo posible por pasar las contracciones dignamente, cada vez se hacía más difícil. LA partera volvió a hacer otro tacto y ya estaba con 8 de dilatación, pero el problema era que durante la contracción se me tensaba el cuello del útero. Así que me encomendó concentrarme en eso, así íbamos la sala da partos. Yo, una vez más tenía que hacer un esfuerzo mental. Sí, para mí el parto también es un esfuerzo mental. Poner la mente por sobre el físico era lo único que me ayudaba. Las contracciones en ese momento ya me daban como ganas de hacer popó (cosa que la partera me preguntaba a cada rato, se ve que esa es una señal de que está cerca). Aparte de eso, una presión muy fuerte en la zona pélvica. En fin, llegó el camillero, y me subí con una pirueta a la camilla. El camillero me miraba sorprendido porque para pasarme me puse en 4 patas. Jajá., encima yo con el suero, medio enredada en el camisolín que me dieron en la clínica… ¿Pero saben qué? Esos segundos que estuve en 4 patas me aliviaron mucho el dolor lumbar. Así que subía a la camilla habiendo tenido un mínimo respiro. Íbamos camino a la sala de partos y ya las contracciones pasaron de “ganas de hacer popó” a “ganas de pujar”. Sí! El cuerpo lo pide, el bebé también. Pero seguía muy tensa. Mientras esperábamos el ascensor (para bajar a sala de partos ) ya los nervios me empezaban a jugar en contra y entonces, mientras respiraba como podía, me concentré una vez más en relajarme. Las contracciones eran muy seguidas y sólo cuando lograba poner la mente por sobre el cuerpo sentía alivio. Llegamos al piso, y salimos del ascensor. La partera y mi marido todo el tiempo conmigo. Al salir del ascensor, a mi marido lo hicieron entrar en una pequeña habitación para que se cambie y a mi cabecera se abrió una puerta como de un horno y me entraron.
El parto.
Hubo un pasillo y la sala de partos. Me hicieron cambiar a la camilla de partos. Me quedé sola. Miré el reloj: 12:40. Pasaron … 2 minutos? No sé. Pareció una eternidad hasta que la partera y mi médico aparecieron y comenzaron a preparar todo. Ellos hablaban de algo. No me acuerdo qué, pero parecía que “cueriaban” a alguien. Las contracciones me pedían a gritos que pujara, pero tenía que esperar la orden. Mi marido no aparecía. En medio de la conversación entre el médico y la partera ,me animé y pregunté: Me van a dar peridural? El médico me respondió:”¿ Para qué si ya estás lista?. Eso es para relajar y que haya dilatación.”De alguna forma el médico me indicó que ya estaba todo listo. Mi marido no aparecía pero las ganas de pujar eran imperiosas. Como dijo el doc: YA ESTABA LISTA. Y entonces me agarré de los fierros de al lado de la cama y empecé. Durante ese primer pujo llegó mi esposo y se puso a mi lado. Yo sabía que tenía que sostener lo más posible, contener el aire. Mi marido me pegó el mentón al pecho desde la cabecera. Pasó esa contracción y el médico me dijo que aflojara y respirara. Hice caso. Yo solo miraba al doctor maniobrar. Vino la otra, contener al aire y hacer fuerza sin aflojar. Rubén y el doc me dijeron “ ahí está”, “se ve la cabecita”. Pero no pude seguir el pujo porque me quedé sin aire. Aflojé. Esperé la próxima . A esta altura era como un partido de fútbol. Mi marido, la partera y el médico alentándome. Diciendo: dale, ya sale, ya está, ya se ve, dale, dale, aguantá… La adrenalina era tal que la partera me dijo que pusiera los codos hacia afuera y no la escuché. Me lo tuvo que decir mi marido. Vino la próxima y yo pensé: dale, aguantá, aguantá hasta el final, sostenelo. El médico se dio un cuarto de vuelta, agarró un instrumento y chak! Hizo el corte. Yo me quejé un poquito. La hinchada seguía alentando. Podía sentir al médico metiendo las manos “ahí” como si fuese una palangana, maniobrando para sacar al bebé. Sostuve más y más, no podía aflojar. La partera, desde la cabecera me exprimió la panza como si fuera una pasta de dientes y me dijo: yo te ayudo pero vos dale. Yo vi que un chorro salpicó al doctor, y lo siguiente fue la cabeza del bebé y después el cuerpito. El alivio fue inmediato. Alivio. Alivio es la palabra exacta para ese momento. La panza se desinfló. Me trajeron al bebé y lo pusieron en mi pecho unos segundos. Vi su carita. No estaba morado ni rojo. Después se lo llevaron para hacerle los estudios y bañarlo. Y mi marido se fue con él. Miré el reloj: 12:50. El doctor me pidió que pujara otra vez para sacar la placenta. Hice unos pujos y salió. Mientras salía la placenta aparecieron Maurito y su papá. Maurito ya estaba vestidito con un bonete y estaba hermoso. Otra vez lo tuve un ratito mientras el papá se iba a cambiar y volvía. El papi volvió y Maurito se fue con él a esperar a mami en otra salita. Mientras el doctor me cosía, las piernas me temblaban. Era algo incontrolable. Pero la sensación de paz era tan grande… Después me tuve que volver a pasar de camilla para que me llevaran. Como el camillero no venía tuve que esperar en el pasillo. Las enfermeras y médicos iban y venían. Podía escuchar a otra parturienta quejarse… Yo ya había pasado por eso… Me sentí tan tranquila… Cuando llegó el camillero Maurito, Rubén y yo volvimos a la habitación. Ya éramos una familia de tres.
Hoy.
Hoy, ahora, cuando veo a mi bebé y me quedo extasiada mirándolo hacer todas esas muecas y caritas, cuando veo su paz y cuando veo su dolor, y me preocupo si no toma la teta, o si no ensucia el pañal me doy cuenta de algo: el embarazo dura 9 meses, el parto puede durar 10 minutos o 10 horas. Pero la maternidad dura para siempre. Ya nunca más mi vida volverá a ser la de antes y no me preocupa. Ya no me imagino la vida sin este hermoso ser. Me doy cuenta de lo que se dice rápidamente pero no se entiende del todo. Me doy cuenta de que SOY MAMÁ.
Laura.
Pre parto.
El martes 12 por la tarde, en nuestra visita de rutina, el obstetra detectó 2/3 de dilatación y el cuello blando, entonces me mandó a que el miércoles a la mañana me fuera a la clínica ya lista.
Obviamente, no pude pegar un ojo sino hasta las 6:30 de la mañana, media hora antes de levantarnos. Pasé la noche muy dolorida de la espalda como venía hasta entonces. Más tiempo en el sillón que en la cama. Pensando si realmente nacería ese día, pensando en si iba a conseguir cama en la clínica, deseando que el parto llegara pronto y no tuviese que pasar horas y horas de dolor. No tenía contracciones dolorosas, solo la panza dura de vez en cuando, y cuando eso pasaba, visualizaba al bebé bajando y empujando con la cabecita, abriendo el cuello, dilatando. Deseaba tanto que así fuera…
Llegó la hora y nos fuimos a la clínica con todo. No avisamos a nadie que teníamos que ir. Llegamos y la partera me revisó y me dijo que todo estaba muy bien, 3 o más de dilatación, el cuello blando… Y me dio la orden de internación. Una vez en la habitación vino la partera, llenó papeles, me puso el suero con goteo y esperó a ver qué pasaba. Venían las contracciones pero eran sin dolor. Después de un rato me volvió a hacer el tacto y ya iba 5 de dilatación. Me preguntaba que sentía y yo, nada. La panza dura de vez en cuando, pero el caso era que el trabajo de parto avanzaba re bien. Lo que me dolía era la zona lumbar como lo había hecho en todos los días anteriores. Esa era mi única queja. Entonces, me metió dos pichicatas más en el suero y me dijo que en un rato volvía e iba a romper la bolsa para acelerar. No hizo falta. Al ratito de que se fue rompí bolsa solita y allí llegó la primera contracción con dolor. Eso fue alrededor de las 10:30 /11 de la mañana. Las contracciones que siguieron fueron cada 5 minutos, las primeras tres y después cada 3 min. Mi marido me las controlaba y me decía como respirar. Cada vez eran más seguidas y más fuertes. Yo estaba re nerviosa, muy tensa. Si bien hacía lo posible por pasar las contracciones dignamente, cada vez se hacía más difícil. LA partera volvió a hacer otro tacto y ya estaba con 8 de dilatación, pero el problema era que durante la contracción se me tensaba el cuello del útero. Así que me encomendó concentrarme en eso, así íbamos la sala da partos. Yo, una vez más tenía que hacer un esfuerzo mental. Sí, para mí el parto también es un esfuerzo mental. Poner la mente por sobre el físico era lo único que me ayudaba. Las contracciones en ese momento ya me daban como ganas de hacer popó (cosa que la partera me preguntaba a cada rato, se ve que esa es una señal de que está cerca). Aparte de eso, una presión muy fuerte en la zona pélvica. En fin, llegó el camillero, y me subí con una pirueta a la camilla. El camillero me miraba sorprendido porque para pasarme me puse en 4 patas. Jajá., encima yo con el suero, medio enredada en el camisolín que me dieron en la clínica… ¿Pero saben qué? Esos segundos que estuve en 4 patas me aliviaron mucho el dolor lumbar. Así que subía a la camilla habiendo tenido un mínimo respiro. Íbamos camino a la sala de partos y ya las contracciones pasaron de “ganas de hacer popó” a “ganas de pujar”. Sí! El cuerpo lo pide, el bebé también. Pero seguía muy tensa. Mientras esperábamos el ascensor (para bajar a sala de partos ) ya los nervios me empezaban a jugar en contra y entonces, mientras respiraba como podía, me concentré una vez más en relajarme. Las contracciones eran muy seguidas y sólo cuando lograba poner la mente por sobre el cuerpo sentía alivio. Llegamos al piso, y salimos del ascensor. La partera y mi marido todo el tiempo conmigo. Al salir del ascensor, a mi marido lo hicieron entrar en una pequeña habitación para que se cambie y a mi cabecera se abrió una puerta como de un horno y me entraron.
El parto.
Hubo un pasillo y la sala de partos. Me hicieron cambiar a la camilla de partos. Me quedé sola. Miré el reloj: 12:40. Pasaron … 2 minutos? No sé. Pareció una eternidad hasta que la partera y mi médico aparecieron y comenzaron a preparar todo. Ellos hablaban de algo. No me acuerdo qué, pero parecía que “cueriaban” a alguien. Las contracciones me pedían a gritos que pujara, pero tenía que esperar la orden. Mi marido no aparecía. En medio de la conversación entre el médico y la partera ,me animé y pregunté: Me van a dar peridural? El médico me respondió:”¿ Para qué si ya estás lista?. Eso es para relajar y que haya dilatación.”De alguna forma el médico me indicó que ya estaba todo listo. Mi marido no aparecía pero las ganas de pujar eran imperiosas. Como dijo el doc: YA ESTABA LISTA. Y entonces me agarré de los fierros de al lado de la cama y empecé. Durante ese primer pujo llegó mi esposo y se puso a mi lado. Yo sabía que tenía que sostener lo más posible, contener el aire. Mi marido me pegó el mentón al pecho desde la cabecera. Pasó esa contracción y el médico me dijo que aflojara y respirara. Hice caso. Yo solo miraba al doctor maniobrar. Vino la otra, contener al aire y hacer fuerza sin aflojar. Rubén y el doc me dijeron “ ahí está”, “se ve la cabecita”. Pero no pude seguir el pujo porque me quedé sin aire. Aflojé. Esperé la próxima . A esta altura era como un partido de fútbol. Mi marido, la partera y el médico alentándome. Diciendo: dale, ya sale, ya está, ya se ve, dale, dale, aguantá… La adrenalina era tal que la partera me dijo que pusiera los codos hacia afuera y no la escuché. Me lo tuvo que decir mi marido. Vino la próxima y yo pensé: dale, aguantá, aguantá hasta el final, sostenelo. El médico se dio un cuarto de vuelta, agarró un instrumento y chak! Hizo el corte. Yo me quejé un poquito. La hinchada seguía alentando. Podía sentir al médico metiendo las manos “ahí” como si fuese una palangana, maniobrando para sacar al bebé. Sostuve más y más, no podía aflojar. La partera, desde la cabecera me exprimió la panza como si fuera una pasta de dientes y me dijo: yo te ayudo pero vos dale. Yo vi que un chorro salpicó al doctor, y lo siguiente fue la cabeza del bebé y después el cuerpito. El alivio fue inmediato. Alivio. Alivio es la palabra exacta para ese momento. La panza se desinfló. Me trajeron al bebé y lo pusieron en mi pecho unos segundos. Vi su carita. No estaba morado ni rojo. Después se lo llevaron para hacerle los estudios y bañarlo. Y mi marido se fue con él. Miré el reloj: 12:50. El doctor me pidió que pujara otra vez para sacar la placenta. Hice unos pujos y salió. Mientras salía la placenta aparecieron Maurito y su papá. Maurito ya estaba vestidito con un bonete y estaba hermoso. Otra vez lo tuve un ratito mientras el papá se iba a cambiar y volvía. El papi volvió y Maurito se fue con él a esperar a mami en otra salita. Mientras el doctor me cosía, las piernas me temblaban. Era algo incontrolable. Pero la sensación de paz era tan grande… Después me tuve que volver a pasar de camilla para que me llevaran. Como el camillero no venía tuve que esperar en el pasillo. Las enfermeras y médicos iban y venían. Podía escuchar a otra parturienta quejarse… Yo ya había pasado por eso… Me sentí tan tranquila… Cuando llegó el camillero Maurito, Rubén y yo volvimos a la habitación. Ya éramos una familia de tres.
Hoy.
Hoy, ahora, cuando veo a mi bebé y me quedo extasiada mirándolo hacer todas esas muecas y caritas, cuando veo su paz y cuando veo su dolor, y me preocupo si no toma la teta, o si no ensucia el pañal me doy cuenta de algo: el embarazo dura 9 meses, el parto puede durar 10 minutos o 10 horas. Pero la maternidad dura para siempre. Ya nunca más mi vida volverá a ser la de antes y no me preocupa. Ya no me imagino la vida sin este hermoso ser. Me doy cuenta de lo que se dice rápidamente pero no se entiende del todo. Me doy cuenta de que SOY MAMÁ.
Laura.
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